Systema (traducción literal de la palabra rusa) es la denominación con la que se conoce en la actualidad el arte marcial rusa tradicional. Esta disciplina marcial forma parte de la cultura y tradiciones rusas antiguas. Fue utilizada por algunas unidades del ejército soviético y actualmente también la ocupan varias unidades de élite rusas como los Spetsnaz.
Este arte marcial no es estudiado según técnicas fijas, sino según principios como respiración, movimiento, relajación y postura. El entrenamiento también puede ocurrir en ambientes como bares, parques, espacios confinados, entre otros (Banzé, 2011). Los practicantes aprenden a pensar de manera general y a manejar situaciones imprevistas. Se puede luchar en pie o en el suelo, con posible uso de cuchillos, armas de fuego, bastones, o cualquier arma improvisada que se quiera estudiar.
Durante el gobierno de la Unión Soviética, muchos dirigentes se percataron de la efectividad y versatilidad que este método de combate poseía, y decidieron trasladarlo al campo militar. De esta manera, el Systema fue depurado para ser empleado en unidades de Spetsnaz especializadas en operaciones encubiertas, protección de personalidades, rescate de rehenes y lucha antiterrorista. También, se convirtió en el estilo de combate empleado por las fuerzas especiales encargadas de las operaciones de más alto riesgo, como el Grupo Alfa.
Históricamente se desconoce la denominación precisa con que los antiguos rusos se referían a su arte marcial. En la actualidad el término “artes marciales rusas” designa a todos los estilos ancestrales. El origen de la palabra “Systema” proviene de un arte marcial ruso denominado “Systema Rukopashnogo Boya” (sistema de lucha cuerpo a cuerpo).
Conviene matizar que cada unidad militar rusa utiliza un método de combate diferente, circunstancia que produce cierta confusión al tratar el tema del arte marcial propio del ejército soviético. En la mayoría prevalece el “boevoe sambo” (sambo de combate), ya que, en ciertos momentos de la historia soviética, el Systema fue restringido a unidades de élite. Con frecuencia se emplea el término “Systema” para referirse a luchas sin ninguna relación entre ellas.
En nuestros días existen varias grandes líneas de Systema, herederas de las tradiciones mencionadas. Las principales corrientes están representadas por Mikhail Ryabko, Vladimir Vasiliev, Kadochnikov y Dmitriy Skogorev. Aunque existen matices entre las escuelas Ryabko/Vasiliev y la escuela de Kadochnikov y Dmitriy Skogorev, son muy similares en esencia.
Mikhail Ryabko fue entrenado desde edad muy temprana por uno de los guardaespaldas de Iosif Stalin. La preparación marcial de los guardaespaldas de Stalin se basaba en el Systema. En relación con el estilo de Systema fue definido por Ryabko como “El Systema” cuya denominación hace referencia a los distintos sistemas del cuerpo humano (muscular, nervioso, respiratorio, etc.)
El systema (o “sistema” en ruso) es un arte marcial inventado por los militares rusos –así que, a priori, ¡nada de poetas!– cuyo fundamento se encuentra en la economía de los movimientos y calma de espíritu incluso durante la confrontación. En este sentido, presenta sorprendentes similitudes con otras artes marciales menos populares –incluso minusvaloradas– entre especialistas en materia de seguridad, como el aikido, tai chi chuan y, en general, la familia de las llamadas artes marciales “internas”.
Todo se basa en el entrenamiento y el control de la respiración. La respiración es la que debería ayudar a disipar el dolor, soportar los golpes, escapar del “efecto túnel” para permanecer plenamente consciente del entorno y continuar en buena disposición psicológica y fisiológica para poder resistir más. El systema no trata de controlar el curso caótico del combate, sino más bien navegar por las energías que se despliegan de manera anárquica, a semejanza de un planeador o un dirigible que atrapa las corrientes de aire ascendentes y juega con ellas para ir donde desea. El uso adecuado de la respiración y la preferencia que se le da a esquivar los impactos frontales no son, en sí mismos, ninguna novedad. Nada nuevo bajo el sol de las artes marciales. Nada que distinga al systema de otras artes orientales. Pero el hecho es que la originalidad del systema no está aquí.
La verdadera diferencia es que, contrariamente a otras artes marciales, no hay casi ninguna técnica que aprender: ¡eso es lo que hace que sea interesante! No aprendemos ninguna técnica específica, sino los principios relacionados con el combate que desarrollan nuestra capacidad de improvisación en cualquier circunstancia. Los golpes son relativamente libres y no hay posturas ni secuencias predefinidas. Sólo la velocidad del ejercicio varía en función del nivel de los combatientes. Poco a poco se van descomponiendo los ataques reales y luego se va aumentando la velocidad de ejecución.
Aceptar la realidad de uno mismo para (re)conectar con la realidad
En la mayoría de las artes marciales, tratamos de evitar los golpes, esquivándolos y bloqueándolos. Partiendo del principio de que hay menos disgusto en dar que en recibir, se busca dar golpes y no recibirlos. En cambio, rara vez se enseña a gestionar los golpes que se reciben.
Uno de los métodos es el de soportar el dolor, endurecer deliberadamente el cuerpo y fortalecer ciertas partes, como en el boxeo tailandés o el karate kyokushinkai. Pero, además de que estas prácticas son destructivas y quizá y sobre todo ilusorias, sólo protegen contra los golpes que se han anticipado. Las armaduras de carne y hueso torturados sólo protegen unas partes del cuerpo. Es el mito del elixir de la invencibilidad. Sin embargo, la realidad es que todos somos vulnerables y que el elixir de la invencibilidad no existe.
No obstante, lo implícito en este mito es que hay escuelas de artes marciales que sí prosperan. En cierto sentido, es bastante comprensible: cualquier ser humano normal tiene miedo de los golpes y siente una mezcla de cólera y humillación cuando los recibe. Sin embargo, pretender ser capaz de esquivarlos no es más que una ilusión diseñada para enmascarar nuestro propio miedo, una mentira que nos contamos para tranquilizarnos. La realidad es mucho más prosaica.
La triste realidad es que incluso el mejor luchador del mundo recibe golpes durante un combate. Nadie puede evitar todos los ataques, sobre todo cuando uno está siendo atacado por varios asaltantes. Ciertamente, Bruce Lee era un genio de las artes marciales y los combates que exhibía en sus películas aún hoy en día no tienen igual, pero se trataba de luchas coreografiadas y puestas en escena, para el cine, ¡no combates reales! Sin embargo, la mayoría de las artes marciales guardan silencio sobre esta realidad.
La particularidad del systema es comenzar, paradójicamente, por aprender a recibir los golpes. La idea es partir de la realidad y la realidad es que ser capaz de domesticar el dolor y el miedo al dolor es la clave de todo. No se trata de endurecer los miembros, de aprender a recibir pasiva y estoicamente ni de hacer retroceder aún más los límites del dolor. No se trata ni de buscarlos ni de huir de ellos, sino de aprender a recibirlos y a acompañarlos amablemente hacia la salida.
Para ello, primero debemos aceptar el mirar a la realidad de frente y, por lo tanto, el mirarse a uno mismo a la cara. Hay que tomar consciencia de la existencia de esos bloqueos psicológicos, ya que ellos son el origen de los bloqueos físicos y la rigidez que nos hacen aún más vulnerables en una situación de agresión.
Domesticar el dolor y el miedo al dolor
La única manera de no quedar paralizado por el miedo a ser golpeado y así amortizar el potencial de fuerza es aprender a respirar constantemente, incluyendo especialmente durante el transcurso de la acción. En el torbellino infernal donde el miedo nos arrastra a una tensión que, a su vez, refuerza el miedo, la respiración es la que puede romper el círculo vicioso. La respiración es de hecho el recurso natural más útil y más fácil de movilizar.
Por ello el systema comporta una gran cantidad de ejercicios de recepción de golpes usando la respiración. La cuestión no es curtirse, es decir, acondicionar el cuerpo y la mente para hacer frente a los horrores de la guerra, sino el recibir los golpes absorbiéndolos con un movimiento circular para hacerlos salir con la expiración. La inspiración permite recibir la violencia de un golpe y la expiración permite expulsar el dolor. La alternancia de las dos sirve para dar salida a emociones como el miedo, la ira y la autocompasión.
Yo mismo lo he experimentado personalmente. Fue durante un ejercicio de tres minutos que consistía en respirar con calma al tiempo que se absorben los golpes. Tenía miedo antes de empezar, pero en lo que experimenté mientras me concentraba exclusivamente en la regularidad de la respiración no había resto de dolor: se había marchado.
Fuera causa o consecuencia, mi mente estaba demasiado ocupada como para que mi imaginación anticipara los golpes o como para conservar el rastro del dolor en la memoria una vez que ya era eliminado. Pude verificar por mí mismo que la imaginación crea el miedo, que el miedo engendra la rigidez y que la rigidez amplifica de tal modo la violencia del impacto que, en cierto sentido, es ella la que crea el dolor. El miedo crea el dolor en la medida en que transforma en dolor aquello que comenzó como una corriente de energía inesperada.
Sin embargo, esta toma de conciencia es sólo la de un principiante. Todavía soy incapaz de mantener esta actitud interior en cualquier circunstancia, especialmente en caso de agresión, pero ahora sé por experiencia que es posible. ¡Mejor! Después de aquellos tres minutos mi cuerpo tenía marcas, pero experimentaba un estado de bienestar incongruente e inesperado, como si acabara de salir de una sesión de masaje.
Ahora bien, aquí está la otra experiencia fundamental relacionada con systema: con una buena disposición interior, la frontera entre el dolor y el placer se difumina. Descubrimos esta increíble paradoja, la de la existencia de unos golpes “benévolos” que relajan en lugar de crear tensión. Este es el principio de masajes rusos que practicamos en systema. Algunos golpes se dan para suprimir o reducir estas tensiones. Estos golpes, muy específicos, reaniman a la persona que los recibe, aumenta la circulación sanguínea, le aporta una sensación de calor y elimina las tensiones.
El systema no consiste sólo en oponerse a la fuerza usando la flexibilidad como en el judo o aikido, sino en ser libre en el propio cuerpo y en la mente para adaptarse en tiempo real las situaciones inesperadas, impredecibles y cambiantes. Esta es la razón por la que systema no pretende enseñar ninguna técnica, puesto que, como con cualquier caja de herramientas, cualquier repertorio de técnicas es necesariamente limitado. Contendría un número finito de soluciones, mientras que la variedad de los problemas potenciales es infinita. Al dotarse de un arsenal de técnicas, uno se impone un marco técnico, es decir, se cierra y se atrapa en un cuadro fuera del cual se encontraría desprovisto cuando la situación no es la adecuada, sobre todo si uno es atrapado por sorpresa y queda paralizado por el estrés.
Pero la vida y los acontecimientos, por naturaleza, no suelen desarrollarse conforme a lo que tenemos previsto. Como decía John Lennon: “La vida es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Think out of the box, es un excelente consejo, pero la probabilidad de tener éxito en ello es muy poca si la lucidez está enturbiada y la capacidad de iniciativa obstaculizada. Por el contrario, el systema intenta colocarnos en la mejor disposición posible para poder improvisar a partir de la realidad concreta que se nos impone.
Libre del miedo
En efecto, la condición de estar relajado –y, por definición, no se está relajado cuando se está siendo agredido– es la que permite la reacción puesto que, paradójicamente, el agresor mismo ofrece la solución para su ataque. Por contra, toda proyección, toda anticipación, toda previsión nos hace abandonar el momento presente. El cerebro analítico retoma el control pero, cuando se ve desbordado, nos priva de toda capacidad de improvisación. El pensamiento analítico se basa en experiencias ya conocidas y saca conclusiones estandarizadas que bloquean la creatividad.
La solución está en la receptividad que permite percibir la interacción de las fuerzas presentes: las de nuestro cuerpo, pero sobre todo las del cuerpo de nuestro agresor, sus zonas de bloqueo y sus desequilibrios. Esta receptividad no debe confundirse con la pasividad. No se padece en los acontecimientos, todo lo contrario, tomamos la iniciativa desplazándonos de forma preventiva –sin tratar de salir huyendo– y siempre respirando con regularidad para mantener los músculos y el cerebro ventilados. Sólo en estas condiciones, y con entrenamiento –porque, para mostrar tal receptividad en el momento, debe haberse desarrollado previamente–, la solución para la agresión llegará de forma natural.
El motivo por el que systema no propone ningún entrenamiento fijo o combinaciones de movimientos es que una agresión –al igual que cualquier tipo de catástrofe o crisis sistémica– es impredecible. El systema no enseña posiciones de combate, sino a combatir en cualquier posición, te permite golpear en ángulos extraños, a sonreír en el combate en lugar de adoptar una expresión feroz y contrahecha.
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